ABRIRSE A LA SOLIDARIDAD
La vida nos brinda continuamente oportunidades para cambiar
algunos de los valores que nos rigen. No hay mejor momento que este para
fomentar la solidaridad y recuperar nuestros vínculos.
Ofrezcamos a los demás, lo que nos gustaría que nos
ofreciesen: atención, un poco de escucha o de consuelo, un apoyo material en
una situación difícil. Cuando actuamos de este modo, sentimos tal vez una
chispa de alegría. Si das luz para encender la vida de tu hermano, en ti
brillara más esplendorosa.
La alegría solo puede darse entre personas que se sienten
iguales ya que el hombre no tiene más deberes que los deberes hacia ellos
mismos. Así si cada uno de nosotros actuase al unísono como actuamos
individualmente, no habría guerras, ni pobreza.
La caridad es humillante porque se ejerce verticalmente y
desde arriba, la solidaridad por su parte es horizontal e implica respeto
mutuo. Siempre salimos al mundo a buscar lo que nos faltó ofreciendo a cambio
lo que recibimos. Es importante entender que la verdadera felicidad consiste en
hacer felices a los demás
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